Yanis Varoufakis|
El 12 de agosto sucedió algo extraordinario. Se dio a conocer la noticia de que, en los primeros siete meses de 2020, la economía del Reino Unido había sufrido su mayor contracción en la historia (una caída del ingreso nacional superior al 20%). La Bolsa de Londres reaccionó con un alza en el FTSE 100 de más del 2%. El mismo día, cuando Estados Unidos empezaba a parecerse a un estado fallido, no solamente a una economía en problemas, el S&P 500 alcanzó un pico sin precedentes.
Sin duda, los mercados financieros desde hace mucho tiempo han recompensado los resultados que aumentan la miseria. Las malas noticias para los trabajadores de una empresa –despidos planificados, por ejemplo- suelen ser una buena noticia para sus accionistas. Pero cuando las malas noticias afectaban a la mayoría de los trabajadores simultáneamente, los mercados bursátiles siempre caían, debido a la expectativa razonable de que, cuando la población se ajustara el cinturón, todo el ingreso, y por lo tanto las ganancias y dividendos promedio, se comprimirían. La lógica del capitalismo no era bonita, pero era comprensible.
Ya no más. No existe una lógica capitalista para los acontecimientos que culminaron el 12 de agosto. Por primera vez, una expectativa generalizada de menores ingresos y rentabilidad condujo a un frenesí de compra sostenido en Londres y Nueva York –o al menos no lo impidió-. Y esto no es porque los especuladores estén apostando a que las economías del Reino Unido y Estados Unidos hayan tocado fondo, haciendo que éste sea un gran momento para comprar acciones.
No, por primera vez en la historia, a los financistas no les importa en absoluto la economía real. Ven que el COVID-19 ha colocado al capitalismo en una animación suspendida. Ven cómo desaparecen los márgenes de ganancias. Ven el tsunami de pobreza y sus efectos de largo plazo en la demanda agregada. Y ven cómo la pandemia revela y refuerza las profundas divisiones clasistas y raciales preexistentes.
Los especuladores ven todo esto, pero lo consideran irrelevante. Y no se equivocan. Desde que el COVID-19 colisionó con la enorme burbuja que los gobiernos han venido utilizando para reflotar al sector financiero desde 2008, los mercados bursátiles en auge se volvieron compatibles con una implosión económica masiva. Fue un momento históricamente significativo, que marcó una transición sutil pero discernible del capitalismo a un tipo peculiar de post-capitalismo.
Pero comencemos por el principio.